domingo, 20 de mayo de 2007

Buena Imagen

(GABRIELLAGOMARSINO - BLOGSPOT, 20/05/2007) A principios de mes se conoció una encuesta publicada por El Diario que fijaba en casi un 60% la imagen positiva del gobierno local encabezado por el intendente Zúccaro. En contraposición, el gobierno provincial de Felipe Solá cosechó menos de un 30% de opiniones positivas.

Que el gobierno comunal duplique en imagen positiva al provincial no debe asombrar. Una de las razones de tamaña desproporción radica en el hecho de que son pocas las cintas cortadas por la tijera del ingeniero Solá en el distrito; por el contrario, la tijera del alcalde pilarense no descansa. Todo es motivo de publicidad: desde una obra de asfalto millonaria como el ingreso a la ciudad por la Avenida Tratado del Pilar (que debió ser reparada antes de cumplir 2 años), hasta la inauguración de un modesto semáforo. Aunque los presupuestos sean millonarios o diminutos, la cinta se corta igual.

Dardos envenenados
Otra de las razones, quizás la de mayor peso, es que el gobierno provincial no para de recibir dardos envenenados. Provienen desde el mismo intendente y de su entorno, quienes aprovechan cada micrófono que se les ponga cerca para culpabilizar al ingeniero Solá de todos los males que sufrimos los pilarenses: falta de asfaltos, inundaciones, caos vehicular, transporte público deplorable, inseguridad galopante: todos los males que padecemos son —para nuestros funcionarios— responsabilidad de la Provincia.

Será por esa falta de responsabilidad, de "hacerse cargo", que durante la última y más terrible inundación que sufrió el distrito el mes pasado, el intendente Zúccaro optó por irse a descansar a las cálidas playas brasileñas. Por su cabeza tendría la certeza de que si nos inundamos por culpa del gobierno provincial, él —que sólo es el intendente— podría retozar en las orillas del mar carioca. Mientras el alcalde pensaba eso, tres mil pilarenses sufrían al ver como otras orillas —del Pinazo, Burgueño o Garín— se acercaban llevándoles muebles, ropa, y todo lo que con tanto esfuerzo habían podido lograr. A su regreso, el intendente les advertía a los periodistas con su reconocida "viveza criolla" que el color que tenía era brasileño y no caribeño, "si no mañana publican cualquier cosa".

Sincericidio
La sinceridad no es una virtud que nuestros gobernantes ejerciten a menudo; no al menos cuando de reconocer responsabilidades se trata. Porque si la ejercitaran, el intendente Zúccaro debería aclararle a los vecinos que todos los nuevos emprendimientos inmobiliarios que se contruyeron en Pilar, y a los que él les atribuye gran parte de la responsabilidad por las recientes inundaciones, lo hicieron con el visto bueno del municipio antes que el de la Provincia (no así los viejos countries como Highland y Lagartos, que supieron dejar una generosa franja de ribera sin edificar). Tal vez no cometa tal “sincericidio” por temor a perder algunos puntos de la tan buena imagen que le asignan las encuestas.

Así, la secretaria de Obras Públicas podrá seguir intimando a algunos emprendimientos privados a cumplir las leyes, simulando ante la sociedad que son los emprendimientos los responsables por las inundaciones; pero los vecinos no deberíamos esperar demasiado de esas intimaciones, que suenan más a acto de campaña que a acto administrativo serio. Sucede que en política, como en cualquier otro orden de la vida, cada decisión (o la falta de decisión, el “dejar hacer”) tiene sus consecuencias. Y éstas, a veces, son irremediables.

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