viernes, 12 de diciembre de 2008

Entre las altas expectativas y lo que marca la realidad


Esta semana se cumple un año del segundo mandato de Humberto Zúccaro como intendente municipal de Pilar. Sin duda, una buena oportunidad para hacer su balance.

Como "uno de los dirigentes más combativos del gobierno de Zúccaro", según el parecer de un diario local, y el segundo candidato más votado en las elecciones pasadas, debo reconocer que el jefe comunal supo mantener en alto las expectativas sobre su gestión, y con ellas, una inusual imagen positiva.
Claro que esas expectativas, fogoneadas con el combustible de los anuncios permanentes, terminan la mayor de las veces frustradas.

Así, este primer año de su segundo mandato nos deja algunos logros, pero también, una irremediable lista de cuentas pendientes: la oficina anticorrupción que nunca se puso en funcionamiento, el presupuesto participativo que nunca se implementó, las obras fundamentales de agua corriente y cloacas, que hoy siguen casi tan ausentes como hace 15 años, cuando Sudamericana de Aguas se hizo cargo de la concesión del servicio, el irrefrenable aumento del presupuesto público, que en los últimos cinco años se vio multiplicado por seis, mientras que los empleados municipales recibieron ajustes salariales con cuentagotas.

El gobierno no supo resolver el inaceptable funcionamiento del transporte público de colectivos; tampoco cumplió en trasladar la planta de tratamiento de líquidos cloacales que la Sudamericana posee sobre la calle Champagnat, ni intentó siquiera poner fin a la contaminación que varias empresas inescrupulosas generan; es más, como una buena manera de profundizar los problemas medioambientales del distrito, el intendente Zúccaro degradó primero a la anterior secretaría de mediambiente y calidad de vida al rango de subsecretaría, para luego dejarla acéfala, como continua hasta hoy.

Pero quizás uno de los pecados más imperdonables de la gestión de quien llegó "para curar a Pilar", como decía su eslógan de campaña, fue la de agravar la ya delicadísima situación que presentaba el sistema de salud pública en 2003: primero quitó la carrera médica, que constituía un eficaz incentivo para retener a los mejores, luego despedazó al hospital municipal Sanguinetti en tres, condenando a los pacientes a peregrinar por todo el distrito: así, las mamás deben atenderse en el hospital Meisner de Presidente Derqui, los niños en el Falcón de Del Viso, los demás a Pilar; en una geografía como la de Pilar, de casi 400 kilómetros cuadrados, y un sistema de transporte público deficiente, la "descentralización hospitalaria" fue y es para muchos vecinos una sentencia de muerte, o al menos, el pasaporte a una peor salud. Aunque esta semana los médicos esperaban recibir la buena noticia de volver a contar con una carrera profesional, el hecho es que ya ha transcurrido más de un año desde que se creó la comisión de "notables" que debía diseñarla.

Como sucede siempre en la política argentina, las próximas elecciones legislativas marcarán la suerte de la gestión zuccarista. Si en octubre de 2009 el electorado cambia sus preferencias recientes, y elige mayoritariamente a candidatos a concejales de la oposición, Zúccaro comenzará a transitar un camino pedregoso. Habrá que agregarle a eso la aspereza de un país golpeado por la crisis, en el contexto de una situación internacional preocupante.

Y sin embargo, el gobierno parece no contar con ningún plan de contingencia. Por el contrario, acaba de elaborar un proyecto de presupuesto 2009 que tira manteca al techo, de más de 300 millones de pesos, sin siquiera un esbozo de plan estratégico de desarrollo, como si Pilar fuese Luxemburgo, y no uno de los lugares en el que la inequidad y la falta de servicios públicos condenan a cientos de miles de personas a vivir en condiciones indignas.

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