miércoles, 25 de julio de 2007

Menos cortesanos. Mejor salud

(www.gabriellagomarsino.blogspot.com 25/07/2007) Lo que deseo compartir con usted en esta nota sucedió en la noche del pasado 10 de junio, cuando una de las siempre abnegadas trabajadoras del Hospital Sanguinetti de Pilar, mientras prestaba servicio, fue víctima de un hecho terrible, casi trágico: un paciente, que estaba siendo atendido por ella, intentó violarla; gracias a Dios no pudo lograrlo. El degenerado terminó huyendo, quizás porque se asustó ante los gritos desesperados de otra compañera que pedía auxilio, o quizás porque la resistencia de la víctima —que le costó una costilla rota— fue mayor a la esperada.

En el sistema público de salud de Pilar las cosas no están bien. ¿Alguna vez lo estuvieron? Quizás sí, pero de eso hace ya demasiado tiempo. En los últimos años, en la gestión de quien “llegó para curar a Pilar”, la salud está decididamente mal. El Hospital Central no tiene personal suficiente para que las guardias estén completas, y demasiadas veces los profesionales y técnicos sienten temor a enfrentar juicios por mala praxis al tener que atender sin contar con todos los recursos necesarios. En un caso reciente, el municipio tuvo que pagar cientos de miles de pesos para indemnizar a un paciente.

A los problemas “difíciles” como la falta de una adecuada infraestructura edilicia, se le agregan otros que se podrían resolver de manera simple, si se contara tan sólo con la decisión de hacerlo. Asignar algunos enfermeros más mejoraría la situación. ¿Que no hay recursos para eso? Falso. Para ponerlo en números, las áreas que dependen directamente del intendente (secretaría privada, prensa, protocolo y la UMGE) emplean unas 250 personas, y gastan —sólo en personal— más de 3 millones de pesos por año. Es casi la misma cantidad de personal asignado al Hospital. Pero mientras que las personas que trabajan alrededor del intendente aportan poco al bienestar de los pilarenses, los trabajadores de la salud hacen a menudo toda la diferencia. Se los puede ver caminado apresurados por los pasillos del Hospital, recorriendo las salas y prestando sus hombros ante el desconsuelo de la enfermedad o la muerte. Suelen ser víctimas de gastritis, stress, caída de pelo, agresiones verbales... y también de agresiones físicas. A los otros cientos que componen la corte del alcalde, en cambio, se los suele ver en los actos oficiales con el sólo propósito de que la foto del diario de mañana muestre mucha concurrencia.

A casi 4 años de las reformas impuestas en el sistema de salud municipal por la gestión de Zúccaro, la salud pública sigue enferma. Hay, incluso, quienes aseguran que antes estaban mejor: los médicos recibían dinero proveniente de lo que se factura a las obras sociales, y se aplicaba la carrera médico hospitalaria; los vecinos contábamos con 22 centros de atención primaria, prácticamente los mismos que hoy. Pero como ahora éstos centros tienen menos médicos que antes, muchos deciden concurrir directamente al hospital en vez de ir a la sala de su barrio, desbordando un sistema que no alcanza a ofrecer respuestas.

El intento de abuso deshonesto que sufrió una empleada del Hospital Sanguinetti no tiene que pasar por alto. Tengamos presente que mientras por un lado el gobierno deja a los centros de salud sin personal idóneo suficiente alegando falta de recursos, por el otro destina millones en pagarle a ñoquis cuya única misión parece ser la de cuidar la buena imagen del ciudadano Humberto Zúccaro.

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