lunes, 20 de abril de 2020

Poder sin límites


Desde siempre se habló de los 3 poderes que conforman el Estado  -ejecutivo, legislativo y judicial- y que en teoría deben balancearse. Como ello no siempre ocurre así, se empezó a hablar hace tiempo del llamado “cuarto poder”: la prensa. Hoy, en gran medida gracias al desarrollo de internet y las redes sociales, existe un “quinto poder”: los ciudadanos.
Al decir de Manuel Castells, referente mundial en Sociología de la Comunicación y la Sociedad de la Información, “hay periodistas y ciudadanos que no aceptan la fatalidad de la crisis y que piensan que pueden hacer algo para salir de la miseria política predominante y recuperar el papel de protagonistas’ de las personas”.

Quienes advertimos el avance del gobierno sobre los saludables mecanismos de control que deben existir en las democracias modernas, vemos cómo –subrepticiamente- van surgiendo situaciones que aunque relegadas por la pandemia de coronavirus, son cada día más preocupantes. Basta que cualquiera cuestione alguna medida de gobierno, o reclame respetar el Estado de derecho, para que un ejército de militantes, trolls y medios filo-oficiales intenten despedazar al insolente. Errores graves como la decisión de Alberto Fernández de abrir los bancos para pagar jubilaciones, asignación universal y otros beneficios sociales en plena cuarentena obligatoria, haciendo que cientos de miles de abuelos hayan pasado horas exponiéndose a un contagio tan previsible como fatal, intentaron mostrar culpables a los bancos, quienes —como se sabe— no se caracterizan por su elevada responsabilidad social, pero tampoco hacen nada que no esté permitido u ordenando por el Banco Central de la República (BCRA).

En el orden local, el pedido de concejales opositores al alcalde de Pilar para que habilite algún mecanismo que les permita cumplir su obligación de legislar y controlar al propio departamento ejecutivo, recibió un autoritario “piden sesionar para ganar protagonismo” como única respuesta. Resulta grave, en un municipio donde el intendente tiene “superpoderes” que lo habilitan a decidir el destino de más de 8 mil millones de presupuesto como más le plazca, y a gobernar por decreto, puesto que la actividad del HCD está “suspendida” indefinidamente. En febrero pasado, por caso, se aprobó un impuestazo que durante todo el año castigará al comercio y la producción, dejando al margen a actividades tan cuestionables como el bingo y las casas de apuestas.

Hornalla encendida
La situación planteada, aunque incipiente, se va profundizando día a día. Sin embargo, la reacción del “quinto poder” (nosotros los ciudadanos) es aún tenue, y no alcanza a torcer el camino de ida hacia la falta de libertad de expresión, y la virtual desaparición de los canales de acceso a la información pública.
Viene bien recordar la clásica fábula de la rana: si ponemos a una rana en una olla con agua hirviendo, inmediatamente saltará intentando escapar. Pero si la ponemos en una olla con agua a temperatura ambiente, y luego encendemos la hornalla, el agua comenzará a calentarse mientras la rana permanecerá serena hasta que sea demasiado tarde.

El cuento de la rana hervida tiene que ver con nuestra incapacidad para anticiparnos a situaciones que pueden tener consecuencias irreversibles. Hasta que no percibimos que algo es un “problema”, no nos sentimos impulsados a tomar acción alguna.

Así como la rana no intenta escapar porque la temperatura del agua de la olla sube gradualmente, así los ciudadanos nos dejamos estar frente a situaciones que, por irse generando poco a poco, nos van resultando “normales”.

El mejor antídoto para los totalitarismos es contar con una ciudadanía activa. Si existen además herramientas de participación efectiva, tanto mejor. Pero si no las hay, o habiéndolas, se tratan torpemente de eliminar para evitar las voces disidentes, no callemos. La hornalla está encendida, y el fuego continua calentando el agua.

sábado, 4 de abril de 2020

Esperanza


Me siento esperanzado al pensar que la pandemia de coronavirus, nos ayudará –poco a poco- a cerrar la grieta. A acercarnos entre argentinos. A darnos otra oportunidad.

Mi comentario no tiene ninguna “prueba” científica que lo avale. Es solo la mirada de alguien que observa desde hace décadas los amores y odios que nos profesamos, como sociedad, los argentinos.

Cualquiera podría cuestionar mi percepción a la luz de lo que se “vive” en las redes sociales. Allí, compiten tendencias tan extremistas como antagónicas, como el #AlbertoLosMandasteAMorir (hashtag generado por el riesgo de contagio de los jubilados que el pasado viernes fueron a cobrar su jubilación), junto al #TodosConAlberto (el hashtag de respuesta de los simpatizantes de Alberto Fernández a quienes critican al presidente de la Nación por las colas de jubilados en los bancos).

Estas “tendencias” como se las llama en la red social Twitter, se establecen de acuerdo a la cantidad de usuarios/cuentas que en determinado momento están tuiteando con ese “hashtag”. Y aunque en nuestro país las redes “atrapan” a más de 30 millones de argentinos (76% de la población utiliza al menos una red social, según datos de enero de 2020 de la canadiense Hootsuite), un hashtag se puede transformar en tendencia con sólo unos pocos miles de tuits.

Por suerte, en el mundo virtual (como en el real) no todo es igual, y mientras redes como Facebook o WhatsApp muestran comportamientos más o menos cercanos a los que las personas podríamos expresar en el trato “cara a cara”, otras como Twitter vuelcan muchas veces los comportamientos más bajos de la condición humana.

Hecha esa diferenciación en el mundo virtual, mi esperanza se basa en notar tanto en el trato personal, como a través de redes sociales como Facebook o WhatsApp, que a medida que pasan los días los argentinos nos estamos volviendo más tolerantes, más comprensivos, más empáticos.

Desde luego que siempre habrá quienes exacerben sus odios en la calle, o a través de las redes sociales. Pero quizás ahora, los abanderados de la grieta vayan perdiendo terreno, y pasen a ganar por goleada los argentinos que queremos un país unido, en el que sepamos mantener y aprovechar nuestras miradas diversas para lograr construir un lugar en el existan oportunidades para todos de alcanzar finalmente una vida digna. Para todos.


Como “bonus track”, les comparto el siguiente poema

Esperanza, de Alexis Valdés

Cuando la tormenta pase
y se amansen los caminos,
y seamos sobrevivientes
de un naufragio colectivo.
Con el corazón lloroso
y el destino bendecido
nos sentiremos dichosos
tan sólo por estar vivos.
Y le daremos un abrazo
al primer desconocido
y alabaremos la suerte
de conservar un amigo.
Y entonces recordaremos
todo aquello que perdimos
de una vez aprenderemos
todo lo que no aprendimos.
Y no tendremos envidia
pues todos habrán sufrido.
Y no tendremos desidia
Seremos más compasivos.
Valdrá más lo que es de todos,
que lo jamás conseguido.
Seremos más generosos,
y mucho más comprometidos.
Entenderemos lo frágil
que significa estar vivos.
Sudaremos empatía
por quien está y quien se ha ido.
Extrañaremos al viejo
que pedía un peso en el mercado,
que no supimos su nombre
y siempre estuvo a tu lado.
Y quizás el viejo pobre
era tu Dios disfrazado.
Nunca preguntaste el nombre
porque estabas apurado.
Y todo será un milagro
y todo será un legado.
Y se respetará la vida,
la vida que hemos ganado.
Cuando la tormenta pase
te pido Dios, apenado,
que nos devuelvas mejores,
como nos habías soñado.

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