Desde siempre se habló de los 3 poderes que conforman el
Estado -ejecutivo, legislativo y
judicial- y que en teoría deben balancearse. Como ello no siempre ocurre así,
se empezó a hablar hace tiempo del llamado “cuarto poder”: la prensa. Hoy, en
gran medida gracias al desarrollo de internet y las redes sociales, existe un “quinto
poder”: los ciudadanos.
Al decir de Manuel Castells, referente mundial en Sociología
de la Comunicación y la Sociedad de la Información, “hay periodistas y
ciudadanos que no aceptan la fatalidad de la crisis y que piensan que pueden
hacer algo para salir de la miseria política predominante y recuperar el papel
de ‘protagonistas’
de las personas”.
Quienes advertimos el avance del gobierno sobre los saludables
mecanismos de control que deben existir en las democracias modernas, vemos cómo
–subrepticiamente- van surgiendo situaciones que aunque relegadas por la
pandemia de coronavirus, son cada día más preocupantes. Basta que cualquiera cuestione
alguna medida de gobierno, o reclame respetar el Estado de derecho, para que un
ejército de militantes, trolls y medios filo-oficiales intenten despedazar al insolente.
Errores graves como la decisión de Alberto Fernández de abrir los bancos para
pagar jubilaciones, asignación universal y otros beneficios sociales en plena
cuarentena obligatoria, haciendo que cientos de miles de abuelos hayan pasado
horas exponiéndose a un contagio tan previsible como fatal, intentaron mostrar culpables
a los bancos, quienes —como se sabe— no se caracterizan por su elevada
responsabilidad social, pero tampoco hacen nada que no esté permitido u
ordenando por el Banco Central de la República (BCRA).
En el orden local, el pedido de concejales opositores al
alcalde de Pilar para que habilite algún mecanismo que les permita cumplir su
obligación de legislar y controlar al propio departamento ejecutivo, recibió un
autoritario “piden sesionar para ganar protagonismo” como única respuesta. Resulta
grave, en un municipio donde el intendente tiene “superpoderes” que lo
habilitan a decidir el destino de más de 8 mil millones de presupuesto como más
le plazca, y a gobernar por decreto, puesto que la actividad del HCD está “suspendida”
indefinidamente. En febrero pasado, por caso, se aprobó un impuestazo que durante
todo el año castigará al comercio y la producción, dejando al margen a
actividades tan cuestionables como el bingo y las casas de apuestas.
Hornalla encendida
La
situación planteada, aunque incipiente, se va profundizando día a día. Sin
embargo, la reacción del “quinto poder” (nosotros los ciudadanos) es aún tenue,
y no alcanza a torcer el camino de ida hacia la falta de libertad de expresión,
y la virtual desaparición de los canales de acceso a la información pública.
Viene bien recordar la clásica fábula de la rana: si ponemos
a una rana en una olla con agua hirviendo, inmediatamente saltará intentando
escapar. Pero si la ponemos en una olla con agua a temperatura ambiente, y
luego encendemos la hornalla, el agua comenzará a calentarse mientras la rana
permanecerá serena hasta que sea demasiado tarde.
El cuento de la rana hervida tiene que ver con nuestra
incapacidad para anticiparnos a situaciones que pueden tener consecuencias
irreversibles. Hasta que no percibimos que algo es un “problema”, no nos
sentimos impulsados a tomar acción alguna.
Así como la rana no intenta escapar porque la temperatura
del agua de la olla sube gradualmente, así los ciudadanos nos dejamos estar
frente a situaciones que, por irse generando poco a poco, nos van resultando “normales”.
El mejor antídoto para los totalitarismos es contar con una
ciudadanía activa. Si existen además herramientas de participación efectiva,
tanto mejor. Pero si no las hay, o habiéndolas, se tratan torpemente de
eliminar para evitar las voces disidentes, no callemos. La hornalla está
encendida, y el fuego continua calentando el agua.