(EL DIARIO REGIONAL, 01/2005) A pesar de sus posibles efectos nocivos, hoy en día las antenas —como las líneas eléctricas— son un mal necesario. Sin embargo, en la mayor parte del mundo se aplica el denominado principio de "evitación prudente", que se basa en que existiendo "indicaciones verosímiles" de que las exposiciones crónicas a radiaciones no ionizantes pueden ser nocivas, se deben "mantener las exposiciones tan bajas como resulte técnicamente posible y económicamente sostenible."
En el año 2000, por caso, la Municipalidad de Córdoba ordenó desmantelar una antena instalada en el patio de un colegio, al tiempo que creó una comisión para evaluar los impactos ambientales y sociales de las torres, integrada por funcionarios municipales, representantes de las empresas de telefonía, de universidades, y hasta de la Fuerza Aérea.
En Pilar los asuntos se resuelven sin tanta burocracia; cien mil pesos es demasiado dinero como para desaprovechar, aunque en términos de la tan ausente y necesaria obra pública, alcanzaría para hacer una sóla cuadra de hormigón con cordón cuneta.
Después de todo, si el día de mañana algún niño se enferma de leucemia por culpa de las antenas, quienes anoche apoyaban su instalación no estarán en el Concejo Deliberante para responder ante sus padres.
La inauguración de un centro de salud (o de un sillón odontológico) está indefectiblemente acompañada por la colocación de una placa con el nombre del intendente de turno, quizás con el ánimo de que la posteridad lo recuerde siempre.
Invito a los Concejales que apoyan la instalación de antenas, a que en caso de instalarse, coloquen una placa al pie con sus nombres en bajorelieve. Así, podremos recordarlos también a ellos, y si algún día se repite con los campos electromagnéticos el trágico accidente de República Cromagnon, tendremos los nombres de los responsables aquí mismo, al alcance de la mano.
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