(EL DIARIO REGIONAL, 01/11/2006) En la mitología romana Jano era un dios que tenía dos caras. Era el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Por eso le fue consagrado el primer mes del año, Enero. Habitualmente se lo representa bifronte, esto es, con las dos caras mirando en sentidos opuestos.
Dos Caras
Desde arriba de un escenario, o frente a un micrófono o una cámara, el Intendente Humberto Zúccaro habla de las tremendas desigualdades de Pilar, de la importancia de trabajar para brindarle oportunidades a los menos favorecidos de nuestra sociedad. Cuando se baja, habla de cosas bien distintas. Y el intendente que interesa no es ciertamente el de arriba; es definitivamente el de abajo. Abajo habla con su secretario de salud para ordenarle que salga a decir que somos un distrito pobre, y que no hay posibilidades de mejorar los ingresos de quienes trabajan en la salud pública. Habla con el jefe de la bancada oficialista del Concejo Deliberante, para que arremeta contra los médicos que piden mejores condiciones edilicias y salariales. Habla con su secretario de hacienda, para que gaste miles de pesos de un “distrito pobre” en publicar que los médicos ganan demasiado, que se quejan “de llenos”.
En julio de 2004, El Diario Regional le preguntó al intendente cuál era el problema que más le preocupaba: “La salud”, dijo un Zúccaro categórico, y prosiguió: “Haber tomando el comando en el área de salud, haber hecho el proceso de descentralización, la puesta en marcha de los hospitales, trabajar para revertir la deshumanización que a veces hay en el personal… y reforzar la atención primaria para que las salas sean centros de contención y no se formen cuellos de botella al llegar al hospital”.
Por esos mismos días se le preguntó al Presidente del HCD Marcelo Castillo cómo veía la reforma del sistema de salud desde el deliberativo: “Como presidente del concejo deliberante, apoyamos fervientemente las políticas sanitarias que se llevan a cabo desde la comuna, porque el hecho de que el intendente sea médico, yo sea médico, y los médicos que nos acompañan, probablemente tengamos mayor obligación que si no lo fuéramos, de poner énfasis en la salud…”. Claro que esto fue dicho por Castillo frente a un micrófono y hace años. La semana pasada, en el salón de sesiones del Concejo, en cambio, aprobó la estrategia de “matar al mensajero”: si en el gobierno no hay capacidad o compromiso para resolver la cuestión del Hospital, creerán que es mejor que los médicos que reclaman sientan la respiración en la nuca, así quizás algunos dejen de protestar frente a las cámaras de televisión, y Pilar vuelva a mostrarse como la capital del polo.
Algo hay
El SAMO, creado por un decreto ley del año 1977, prevé destinar un 40 por ciento de lo recaudado en los hospitales públicos que prestan servicios de salud a afiliados a obras sociales para la compra de insumos, mantenimiento y bienes de capital; un 50 por ciento para el pago de adicionales y bonificaciones al personal de esos mismos hospitales, mientras que el 10 por ciento restante va a parar a un fondo especial que maneja el Ministerio de Salud.
El gobierno de Sergio Bivort, ese al que Zúccaro acusa de haberle dejado “la pesada herencia”, fue el que comenzó a pagar ese beneficio. Tres años después, el gobierno del médico que “vino para curar a Pilar”, se los quitó.
Mientras tanto, el dinero que se recibe de las obras sociales se sigue acumulando en una cuenta especial del Banco Provincia. De poco más de 150 mil pesos de saldo a junio de 2005, la cuenta pasó en un año a más de medio millón de pesos. Ni un centavo fue a parar al bolsillo de quienes trabajan en el sistema de salud público pilarense. Y aunque el Secretario de Salud Pazzi Plá diga que él de números no entiende, y que “ese tema” lo deja en manos del secretario de hacienda Daniel Ondarza, un sencillo cálculo aritmético permite comprobar que el 50% de esa cifra hubiera alcanzado para otorgarles una suma fija remunerativa mensual de más de 100 pesos a todos los empleados (médicos, administrativos y técnicos) que trabajan en los hospitales municipales.
Jano es el dios de los cambios y las transiciones, de los momentos en los que se traspasa el umbral que separa el pasado y el futuro. El gobierno de Zúccaro se parece mucho al dios Jano por sus dos caras, una de dichos y promesas, y otra de acciones. Pero en cuanto a la característica de ser el dios de los cambios, no hay nada que comparar.
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