Ayer martes 1° de abril, en el discurso de apertura de sesiones
ordinarias ante el Concejo Deliberante, el alcalde de Pilar mostró una vez más
su xenofobia e intolerancia, al anunciar -sin ponerse colorado- que:
"Más del 35% de
las personas que se atienden en Pilar no son del Distrito. Quiero saber si no
ha llegado del momento de defender a los vecinos de Pilar y poner un bono para
los que no son de Pilar".
Volvió así a plantear el fin de la salud pública gratuita y
universal. Es paradójico, porque si algo caracterizó al peronismo desde los
años cuarenta, fue precisamente el haber ampliado y garantizado el acceso a la
educación y a la salud pública. Casi setenta años después de tan meritoria transformación en el
rol del Estado, Zúccaro hiere con sus palabras lo que constituye quizás el
pilar fundamental de la doctrina justicialista: la justicia social.
Habiéndole escuchado ya muchos discursos de apertura de
sesiones, no me cabe duda que –luego de 10 años de gobierno- al intendente se
le agotaron las iniciativas, y decidió entonces recurrir a la magia, o mejor
dicho, a la demagogia. Acostumbrado a sacar conejos de la galera durante una
década, el truco ya no resulta; no porque haya perdido su habilidad como ilusionista,
sino simplemente porque en su galera no hay más conejos.
Engaño
Más allá de la valoración moral que se podría hacer de una
política de salud pública arancelada, las palabras del alcalde inducen a
engaño, al afirmar implícitamente que el dinero del presupuesto alcanzaría para
financiar el sistema municipal si sólo se atendiera a habitantes de Pilar, pero
que no alcanza si se atiende, como hasta ahora, a “foráneos” y además, se lo
hace gratis.
Aclarémoslo: Pilar cuenta con 3 hospitales municipales; por
tenerlos, y a diferencia de otros municipios cuyos hospitales son provinciales,
la comuna recibe fondos de coparticipación específicos. La coparticipación es
el dinero que la Provincia le envía a los municipios. ¿Cuánto dinero le
corresponde a cada distrito? Eso se establece de acuerdo a la ley de
coparticipación existente desde el año 1987. En dicha norma, se fija que del
100% a distribuir, un 37% se deriva a distritos que poseen hospitales
municipales como Pilar, o como Malvinas Argentinas (con su Polo Sanitario). En
consecuencia, si tienen hospitales públicos propios, los municipios reciben un
37% de los fondos coparticipables en concepto de salud.
Si bien el porcentaje que se recibe en concepto de salud es
elevado, más lo es el que se recibe en función de la población de cada distrito.
Nuevamente, Pilar sale beneficiado: con 300 mil almas, más de la mitad de ellas
cuenta con obra social y/o medicina prepaga, de modo que el sistema público
debe atender “gratis” a sólo 1 de cada 2 personas.
Otra cuestión que el alcalde pretende ignorar, es que la
mayoría de las atenciones más costosas, de complejidad media y alta, se
realizan fuera de los hospitales del sistema local; recordemos, por ejemplo, el
lamentable caso de Santino Franco, el bebé que había sido dado por muerto en el
Hospital Sanguinetti, y que para salvar su vida tuvo que ser trasladado al
Hospital Garraham de la Ciudad de Buenos Aires, en donde permaneció internado
en la unidad de cuidados intensivos.
El intendente sabe que en la irrazonable e inviable situación
de pretender cobrarle a los foráneos por las atenciones de salud que recibieran
en Pilar, y en consecuencia, tener que pagar por los servicios que los
pilarenses recibiéramos en otras jurisdicciones, el balance sería
estrepitosamente negativo para su administración; la de quien alguna vez
prometió que venía “para curar a Pilar”.
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