Aulas de la planta alta transformadas en hogar de árboles |
Hace pocas
horas comenzó formalmente una nueva gestión de gobierno en Pilar. Fue el
miércoles 11 pasado a la tarde, en el parque central del Instituto Carlos
Pellegrini.
Ni bien
terminaron de escucharse las palabras del flamante jefe comunal Federico De
Achával, irrumpieron los acordes de “Salir al sol”. La voz de Fito Paez
enfatizaba varias de las ideas que el intendente había desarrollado sobre el
escenario minutos antes: “defender el lugar”, “salir a luchar”, “elegir un país”.
La
escenografía, como las palabras del jefe comunal, parecía haber sido
cuidadosamente producida: el escudo de Pilar flameaba en nuestra enseña
municipal desde un lugar destacado del estrado, junto a las banderas argentina
y de la provincia de Buenos Aires. Dos pantallas LED se colocaron a ambos lados
del atril para que quienes, como yo, lo presenciábamos desde más lejos, no nos
perdiéramos detalle.
El Instituto
Carlos Pellegrini, lugar elegido para la asunción, hablaba por sí mismo: hacía
pocos meses que había intentado cederse mediante un convenio firmado por el
entonces intendente Ducoté, y refrendado por ordenanza del Concejo Deliberante,
a la agencia que administra los bienes del Estado; ésta, a su vez, se lo había
dado a la Unión Argentina de Rugby. Por fortuna, gracias a la acción inmediata
y decidida de antiguos alumnos del Instituto, que no esperaron a que la
situación fuera irreversible, el predio se salvó de una entrega segura.
El
discurso de Achával apeló al corazón de los presentes, y –al menos al mi- logró
conmoverme: recordó las 2 muertes ocurridas en la escuela de Moreno; la caída
de parte del techo de un aula de la escuela 25 del barrio Los Cachorros, la
falta de cupos en los comedores escolares, etc. Dijo que iba a “trabajar
incansablemente para recuperar la educación pública”, y que iba “a acompañar a
Axel, en esta enorme tarea, después de 4 años de abandono”.
Celebro su
preocupación por la escuela pública. Pero creo modestamente que el intendente
se quedó corto al limitar los “años de abandono” a apenas cuatro. En 2014, por
poner un ejemplo cercano, durante la presidencia de Cristina Fernández de
Kirchner, el gobierno provincial comandado por Daniel Scioli recortó en Pilar 2.600
cupos de comedor, 6.400 de merienda reforzada, y las obras de infraestructura
estaban paralizadas. Lo recuerdo, porque como docente, participé de la marcha
multitudinaria, federal, convocada por el frente Gremial Docente. Todo ello,
mientras Federico De Achaval era nada menos que Jefe de Gabinete del entonces
intendente Humberto Zúccaro.
Detrás del
escenario, el ala central de lo que alguna vez fue el majestuoso Instituto
Carlos Pellegrini, mostraba las inclemencias del tiempo que, desde el incendio
sufrido en 2002, carcomió ventanas, destruyó pisos, y transformó las aulas en
hogar de árboles que ya trepan por encima de las paredes más elevadas. Fue la
propia Cristina quien, en una visita a Pilar como Presidenta de la Nación, supo
prometer que iba a devolverle la vida al Instituto. El miércoles, 18 años
después del siniestro, todo permanece igual. O peor.
Creo en
las buenas intenciones de Federico De Achával. Pero a estas horas, ya asumido
como jefe comunal, debería ir dejando de lado las apelaciones a “la herencia
recibida”. Ciertamente, recibió un municipio en el que los problemas a resolver
son graves, y urgentes. Pero precisamente por eso, porque los problemas que
enfrenta son graves y urgentes, nos convendría a todos que el intendente
concentre toda su energía en resolverlos.