100 días de gestión son el changüí con el que cuenta cualquier
gobernante para mostrar resultados. También es el plazo que la ciudadanía
aguarda con prudencia para ofrecerle sus cálidos aplausos o su descarnada crítica.
En ese lapso se espera que el recién llegado ponga “toda la carne al asador”;
así, las medidas más antipáticas, las más arriesgadas y las más esperanzadoras
se toman durante ese corto período.
Hoy se cumplen 100 días del
11 de diciembre de 2019. Ese miércoles, en el parque central del Instituto
Carlos Pellegrini, Federico De Achával (h) se dirigía a la multitud como nuevo
intendente municipal de Pilar.
Esta vez, la pandemia desdibujó
la fecha de vencimiento de ese periodo de gracia. Sin embargo, hay algunas cuestiones
que no requieren demasiada espera para ser analizadas.
El representante local del
Frente de Todos se sentó en su despacho de Rivadavia 660 sin un claro programa
de gobierno. El cotillón de su discurso inaugural fue la prueba de esta
carencia: cuando los papelitos de colores fueron cayendo al piso, y los acordes
de “Salir al sol” fueron apagándose, lo que quedó en el escenario tuvo
demasiado gusto a poco.
Los ataques hacia su
antecesor se mantuvieron sin mengua, haciendo realidad el dicho popular “dime lo
que criticas, y te diré lo que adoleces”: Achával recordó la caída de parte del
techo de un aula de la escuela 25 del barrio Los Cachorros, y la falta de cupos
en los comedores escolares, asegurando que iba a “acompañar a Axel después de cuatro
años de abandono”. Para hacer honor a la verdad, el pretendido “abandono”
comenzó muchos años atrás: en 2014, por poner un ejemplo no tan lejano, durante
la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, el gobierno provincial
comandado por el Daniel Scioli, recortó en Pilar 2.600 cupos de comedor y 6.400
de merienda reforzada. Ello, sin mencionar las obras de infraestructura paralizadas.
Todo sucedía mientras Federico de Achával era nada menos que jefe de Gabinete
del entonces intendente Humberto Zúccaro.
Desde el recinto de
sesiones del HCD, los discursos del mandamás municipal estuvieron siempre dirigidos
a criticar las políticas de su antecesor, como el aumento de tasas municipales en
función de la inflación mayorista. Sin embargo, ya asumido, se olvidó por
completo de sus críticas, manteniendo los aumentos tal como habían sido instituidos.
Peor aún, algunas semanas después profundizó el ajuste hacia los bolsillos de
particulares, comercios y empresas.
Sigo creyendo en las buenas
intenciones de Federico de Achával. Sin embargo, más allá de las opiniones, los
párrafos precedentes muestran que está en duda su actual capacidad para
gobernarnos. Y, en definitiva, la vida de una comunidad se mejora con capacidad
de gestión y no con buenas intenciones.
Dios quiera que superada la
pandemia nos encontremos con un gobierno municipal del que nos podamos sentir
orgullosos. Por ahora, guardo esa esperanza.